El juego libre es aquel que surge de forma libre y espontánea, sin ser dirigido por un adulto ni interferir en él.
El niño es el centro del juego, decidiendo cuando empieza y termina, sus propias reglas de juego, cómo y con qué jugará.
Elige los roles, imagina el escenario, toma decisiones e inventa situaciones en base a su experiencia y vivencias personales.
Todo esto, crea un entorno de aprendizaje e interiorización único, un entrenamiento para su futuro como adulto.
Además gracias a la observación del juego, podemos detectar situaciones vividas, buenas y no tan buenas, detectar intereses, nivel de aprendizaje y desarrollo de las interacciones sociales.
El ambiente preparado o entorno creativo no tiene por que ser muy elaborado. Un ambiente diáfano, espacioso, con luz natural y silencioso, es el idóneo.
Las provocaciones o invitaciones al juego pueden ser simples o elaboradas, dependiendo del tipo o nivel de juego simbólico, la edad y el número de niños.
Así, con un grupo de niños de 2 años bastaría con unas ollas viejas, cucharas de madera y macarrones (teñidos o no). Esto les permite desarrollar al máximo la etapa de experimentación sensorial (tacto, oído, olfato, vista, gusto) y con parámetros físicos como gravedad, frio/calor, acción/reacción.
Pero con un grupo de niños sobre los 6 años, el juego simbólico cobra un importante papel, prefiriendo los minimundos y recreaciones en miniatura que les permite vivir situaciones, crear realidades y experimentar con roles sociales.
Y entre medias, dependerá de cada grupo, y solo a través de la observación y prueba/error daremos con el ambiente y la preparación que más les provoque el juego libre.
Según el tipo de juego que queramos motivar, los materiales cambian. Si bien es cierto, todos los tipos de juego son combinables entre sí, por el adulto previamente, o por el niño durante el juego. Recuerda que, una vez creado el ambiente y presentado a los pequeños, el adulto ya no interfiere a no ser que tengan una necesidad vital (hambre, sueño, sed, baño, conflicto, accidente). Esto puede resultar un poco complicado, ya que los adultos estamos muy acostumbrados a acompañar en el juego jugando y no observando, interfiriendo y dirigiendo. Está genial jugar con los pequeños, pero si lo que queremos es crear un rato de juego libre real, tenemos que ser conscientes de que cualquier intervención quitará el foco del interior del niño al adulto. Hay tiempo para todo.
Os propongo unos tipos básicos de juego libre:
- Juego de experimentación. Suele ser el preferido para bebes (6 a 24 meses). Es un juego básico de experimentación sensorial. Intentaremos que los objetos sean minimalistas, que la experimentación salga del niño y no al revés. Así, si queremos que experimenten con las gamas de colores, agudeza visual, discriminación… usaremos objetos simples, de un solo color, que los pequeños puedan tocar, golpear y morder sin peligro. En estos casos la saturación, sobreestimulación o excesos es contraproducente, dando demasiados estímulos y distrayendo el aprendizaje. Para estas edades no recomiendo talleres de luz, material a pilas, pantallas o materiales complejos.
- Juego al aire libre. Los beneficios y aprendizajes del juego al aire libre se merecen un post entero.
- Material desestructurado. El material básico y recomendable para el juego libre. Es aquel material que no tiene un fin concreto, ni instrucciones de uso. Es el niño el que elige que es, como se usa y que función tiene. Así unos palos, piedras, arena, unos bloques de construcción, nins, pompones… pueden ser cualquier cosa.
- Construcción. Crear tu cohete, nave espacial, coche o castillo. ¿Quién no ha jugado a crear un fuerte con los cojines del sofá o una tienda india con una sábana y las sillas del comedor? Esto es, ni más ni menos, que juego libre es su máxima expresión. Puede ser con materiales del día a día, con cajas o cartones.
- Arte. La idea es no intervenir, así que el ambiente ideal seria uno preparado, con materiales a su disposición, y sin que requiera intervención del adulto. No intervenir, interrumpir o valorar. Los niños tienen que poder expresarse libremente.
- Minimundos. Los minimundos favorecen un juego simbólico en tercera persona. No es el niño quien interpreta el personaje y realiza la función, si no el director de cine, pudiendo tener varios roles en el juego. Crean situaciones y vivencias de personajes imaginarios recreados por figuras, que permite desarrollar las relaciones sociales, los roles, y normas sociales. Ayuda a exteriorizar sentimientos y emociones como los miedos, la rabia, la angustia o la tristeza. Se pueden tematizar, para además, favorecer la adquisición de nociones. Por ejemplo creando un minimundo de otoño, con las características que definen el otoño, elementos básicos, etc.
- Juego simbólico en primera persona (Roles). Este juego, aunque es considerado como juego libre, no encaja fielmente. Es un juego en el que el material usado sí tiene instrucciones, pero el niño las conoce por vivencias anteriores o por explicaciones educativas, pero siempre por parte de un adulto. Si los niños juegan a ser médicos, el tensiómetro sirve para tomar la tensión, no para hacer radiografías. Si bien es cierto, que dentro de explicar para que sirve cada objeto, las relaciones entre los niños debe ser fluida y libre. Pero es verdad que este tipo de juego precisa de intervención en el juego, antes durante o después.
Todos estos tipos de juego, como ya hemos comentado, pueden entremezclase, modificarse y adaptarse a las necesidades de los pequeños.
Y por supuesto, es genial que juegues con tus hijos y alumnos. A través del juego se mejoran las relaciones personales, la comunicación y confianza. Hay tiempo para todo, y tus peques agradecerán todo el tiempo que pasen contigo.
El juego libre, aunque nace desde el interior del niño, no a todos los niños les “nace” espontáneamente. Muchos han vivido un entorno de juego dirigido desde muy pequeños, y la parte creativa ha sido anulado, pero, no eliminada.
Así, poco a poco, podemos volver a despertar ese juego creativo, espontáneo, imaginativo y libre, con paciencia y un ambiente preparado.
Empezaremos con algo simple, y un poco de ayuda. Podemos, por ejemplo, coger una caja y a modo de coche, jugar con ella.
Para mi es un coche ¿qué es para ti? Y así iniciar el juego, dándole varias cajas y apartándonos poco a poco del juego.
Otra opción es crear un minimundo básico, y empezar a jugar nosotros. El pequeño se unirá al juego. Y así, al siguiente día, no hará falta que lo inicies, solo que lo prepares. La idea es jugar tú, no con el niño.
Si son varios niños, la intervención inicial no es necesaria. Al principio no sabrán que hacer, pero siempre habrá alguno que empiece el juego y se activará la creatividad e imaginación.
En el caso de niños que no acepten estos juegos por haber abusado de pantallas, juegos electrónicos y sobreestimulaciones varias, podemos usar un sistema de tiempos. Preparar el ambiente y ponerles un tiempo de juego, que se irá incrementando progresivamente, con paciencia, hasta que no haga falta. Al principio no querrán jugar, pero la curiosidad llegara y por aburrimiento empezaran a jugar y crear. Los beneficios son ilimitados, el esfuerzo vale la pena.
Pero siempre tenemos que tener en cuenta los intereses, etapas y ventanas de aprendizaje y juego. Si los pequeños están a tope con el juego simbólico en primera persona (roles), aprovechemos esta etapa. Podemos iniciar el juego con un cuento sobre, por ejemplo, astronautas, y una vez terminado presentarles una sala decorada como si fuera el espacio, con trajes de astronautas básicos (pueden ser caseros) y una caja simulando un cohete.
O simplemente ponerles cajas y que sean ellos los que imaginen y creen historias y personajes.